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viernes, 11 de mayo de 2012

SIEMPRE DEVORADO


Que cerrada está la noche, madre,
que cerrada,
los candados eran misiles, madre,
y yo sin coraza.
La noche me comía,
me devoraba, madre,
pedacito a pedacito
como si nada,
como carne tierna que era,
ni sobras quedaban.

Me regurgitó la noche, madre,
una fría madrugada.
No conocía a nadie, ni supe donde estaba.
Caminé sonámbulo por mil tierras
mil noches más,
hasta que encontré un hueco
en la palma de mi mano que no había visto antes,
y allí estabas
tú, de nuevo,
noche.


pablovalladolid

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